26 ago 2010

Por favor...

No soples,
que has dejado en mi corazón
tu recuerdo hecho cenizas.

Que la vela que fuimos
sólo con mis manos desnudas
está protegida.

Por favor …
si he de perderte no me mires,
...que estás ciego,

y no soples,
...que aún te quiero.

11 ago 2010

Me faltas tu

Vengo de una raza orgullosa y lego una estirpe inexistente. Siempre la misma pregunta. ¿Para qué vine…? ¿Para quién?
Yo bajé a la mazmorra con el Conde de Montecristo. Me agarré a las alas de Icaro hasta la última gota de cera.
Yo, volví con Ulises a Itaca a exterminar a los Procios.
Y crucé los ríos de Africa buscando a Livingstone; bien sujeta a la falda de la señora Weldon
Enloquecí en Macondo con las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia
Me colé en las profundidades del corazón de Tagore, de Byron, de Kalil Gibran
Todo me parecía poco. Todo
Ahora, después de tanta imaginación en mi vida, sólo quedan maldiciones.
Maldecir el amor entre los malditos por hacerme desperdiciar mi vida buscando sus migajas en mesas de vasallos en vez de banquetes de señores.
Maldecir a Cupido por no tener más flechas. Por dejarme vacía y neurótica esperando una cadena que me arrastrara del cuello hasta la puerta de su corazón y arrojarme como esclava a sus pies, con la esperanza de ser nuevamente sometida.
Maldecir la vela que no tripuló bien mis vientos, que no sujetó mi mente a la tierra con un ancla grande.
Maldecir las súplicas que callé por orgullo, y los perdones que no pedí.
Maldecir los cuerpos que añoré porqué no me dejaron disfrutar del que tenía.
Malditos todos por dejarme soñar a todas horas. Malditos hasta los sueños por insinuarme perfumes cada mañana sobre las sabanas... rotas ya del corazón.

Pero sobre todo he de maldecir, el castigo de lágrimas al que me arrojaste sin piedad, el que me hinchó los ojos hasta cegarme completamente.
Aquel del que sólo pudo rescatarme mi alma, llevándome de la mano a una orilla segura donde me dejó en los brazos acogedores de amigos buenos, para volver a irse…caminando ya tranquila.

10 ago 2010

Lisboa

Por los barrios más antiguos de Lisboa caminé una noche en sueños. La tarde se acostó sobre un mar de tonos rojizos perezosos. Golondrinas desconocidas volaron sobre un tiesto de nubes de algodón blancas y al contraluz era fácil seguir sus juegos por encima de los edificios aun calientes.
El parásito del tiempo chupaba minutos y rompía en pedazos los recuerdos de aquel día. Un murmullo constante en las calles salía de las persianas, bajadas para huir del calor del verano. Una brisa obediente traía perfume suave a geranios de terraza.
Hombro con hombro, mano con mano, el y yo caminábamos despacio.
Por los barrios más antiguos de Lisboa hicimos una turné de besos temblorosos y acabamos en una pensión de mala muerte que olía a polillas y sexo rápido.
No hubo segunda parte.