Por si acaso es cierto lo que dices:
He de regresar a mi pueblo sin nombre, y a mi casa sin calle.
Quiero escuchar como cantan a deshora los gallos de la vecina y el maullido de algún gato desperezándose en el tejado a media tarde.
Quiero oír de lejos los cencerros de las ovejas bajando del monte, y que una tormenta me obligue a correr por los charcos llena de barro
Al caer la tarde, me sentaré un ratito en aquel pedrusco junto río a mirar como nadan las truchas…
Por si acaso es cierto lo que dices:
Me arrastraré por las calles a la vuelta con paso lento y clavaré los ojos al suelo. Prestaré mis oídos humildes a las ventanas de cocina, abiertas, y volveré a tener claro mientras paso lo que “solo soy”, lo que “siempre fui”:
Entraré en la casa por el corral, trepando por la tenada de la leña, como antaño… y después de cenar cogeré una silla y buscaré la puerta, donde estén las viejas al fresco, para que se me amarren los pies al suelo mientras las oigo murmurar…
Mira… por ahí viene la hija de…