
Enloquezco cuando tengo frente a mi, casi pegadas esas dos piernas, cual columnas que ni Sansón derribaría. ¡Pero yo si!.
Es entonces…
Tus manos se acercan a mi cuerpo, haciéndome sentir cada segundo del trayecto.
Las siento salir de tus impulsos en la misma centésima en la que siento mis pezones salir a tu encuentro.
Senos alerta esperando el contacto. Ojos brillantes deseando que llegues. Piel erizada como perra de muestra y labios húmedos como otoño caliente.
Mi estómago se encoge en una agonía maravillosa. Sabe que tus manos apresaran mis caderas un instante; justo antes de pegarme como ventosa perfecta a las tuyas…
Tus hombros bajaran a por los míos, tus labios susurraran algo ronco en mi oído, que no se si escucharé porque ya muero…
Ya siento mi cuerpo anhelarte. Ya viene a galope esta bendita locura…
(Del inédito “Las ausencias del palomar”)